El dominicano no le tiene miedo a la deuda. Parece que tan grave es la falta de recursos que enfrentamos, o tan pobre nuestra disciplina para el ahorro, pero resulta que de toda la región, según el Banco Mundial, la población dominicana es la segunda más propensa a buscar financiamiento con terceros.
¿Esto es bueno? ¿O malo? Para responder, toca identificar a cuáles deudas recurrimos. Si no son las óptimas (y les adelanto que no lo son), las autoridades públicas, el sector bancario y los agentes del mercado en general deben derrumbar aquellas barreras que impiden que el crédito más idóneo fluya a la población.
Nuestros primeros hallazgos surgen de un ambicioso trabajo de investigación que ejecutó el Banco Mundial en el transcurso del 2011. Los resultados de ese estudio están compilados en la Base de Datos de Inclusión Financiera Mundial (o "Global Findex") donde se recogen datos de forma sistemática sobre el ahorro, el financiamiento, los seguros y otras variables de inclusión financiera en más de 160 países.
Nuestra primera afirmación, de que no le tenemos miedo a la deuda, la resumimos en la primera gráfica. Se observa que sólo después de Haití, el 37.4% de la población dominicana encuestada por el Banco Mundial admite haber recurrido a algún tipo de financiamiento en el transcurso del último año.
La proporción es relativamente alta, sobre todo si tomamos en cuenta que en América Latina la proporción que obtiene financiamientos es sólo de 25.4%. Si nos comparamos con países homólogos, como Nicaragua (14.3%) o El Salvador (11.3%), el endeudamiento del dominicano promedio es tres veces mayor. Realmente sorprendente.
Ahora bien, más que el endeudamiento en sí, interesante es preguntarnos: ¿Endeudarnos con quién? Dependiendo de con quién sea, el deudor enfrentará riesgos y sobre todo costos que bien podrían ser perjudiciales para la salud del hogar familiar o de las personas que buscan la deuda.
El estudio del Banco Mundial identifica cuatro renglones: familiares y amigos, instituciones financieras formales, prestamistas y empleadores. Afortunadamente, el primer grupo de crédito por vía de relaciones primarias es el que predomina a nivel general. Esto es positivo, ya que el crédito de familiares y amigos tiende a ser dinero "paciente", muchas veces sin costos explícitos para el deudor.
Ahora bien, si nos enfocamos en los proveedores de financiamiento formales (como instituciones financieras) e informales (prestamistas, usureros, etc.) realmente hay base para una mayor preocupación del punto de vista de política pública.
En la segunda gráfica vemos que el 13.9% de la población recurre al crédito formal. Una proporción de la población muy parecido (13.5%) acude al crédito informal que, como sabemos, aunque tiende a ser mucho más rápido y flexible, es también de costos significativamente mayores. Por ejemplo, el famoso "módico 20%" (semanal), implica una tasa de interés anual de 1,040%, ¡15 veces superior al costo del dinero plástico que ahora promedia un 66%!
El hecho es aún más preocupante, si pensamos en que el 40% de la población más humilde del país recurre mucho más al crédito del prestamista (11.2%) que al de la banca o las instituciones financieras (8.3%). Para el pobre dominicano, el usurero es una fuente igual de importante que el crédito de amigos y familiares, y los altos costos involucrados en la usura le imposibilitan salir de las "bolas de nieve" de endeudamiento para lograr un ciclo de ahorro sostenible en el tiempo.
De todo el estudio del Banco Mundial, la tercera gráfica, donde graficamos la dependencia de la población en los prestamistas es el hallazgo más chocante. De un universo de 164 países, la República Dominicana es el tercer país más dependiente de los usureros y, por mucho, el número uno en toda America Latina.
¿Por qué? Tocará profundizar ese análisis. Para iniciar, y evidentemente, esa realidad presenta un gran reto para la banca formal, que por lo visto no ha podido acercarse lo suficiente a una importante parte del universo dominicano. Los nuevos canales de acceso a esos mercados, como los "subagentes bancarios" y las cuentas de ahorro virtuales o electrónicas, jugarán un rol fundamental, ¡ojalá!, en cambiar esta dinámica.
No dudo que las cooperativas de ahorro y crédito en el país todavía no han logrado desarrollarse lo suficiente (o lo necesario) pues son ellas, precisamente, las instituciones formales que mejor podrían atender estas poblaciones de más bajo ingreso del país.
Finalmente, el aporte de las tarjetas como instrumentos de crédito debe, para sorpresa de muchos (me incluyo), ampliarse como un instrumento escalable, ágil y relativamente más económica cuando lo comparamos con la usura. Observese, en la última gráfica, que sólo el 2.7% de los más pobres en Dominicana acceden al crédito plástico. ¿En América Latina? Tres veces más o el 8.1%.
En países como Brasil, donde las tasas de interés superan el 190% anual, el alcance es de 13.8% de la población, cinco veces más que en el país. ¿Podrá la banca atender esos segmentos de la población (ahora atendida por usureros al 1,000%) cuando se vea obligada a disminuir sus intereses plásticos al 54%? Ojalá.
Los sistemas financieros inclusivos, que permiten un amplio acceso a los servicios financieros sin barreras de precio y otras para su utilización, tenderán de forma especial a beneficiar a las personas pobres y otros grupos en desventaja."
Asli Demirguc-Kunt y Leora Klapper
Midiendo la inclusión financiera (Banco Mundial, 2012)
@Argentarium / info@Argentarium.net
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