Ramfis Trujillo, el primogénito del dictador Rafael Leonidas Trujillo, murió el 28 de diciembre de 1969 en Madrid en un accidente automovilístico.
El autor es escritor. Reside en EEUU.-
Hace un par de meses que la prensa madrileña está hablando de Lita Milán, mejor conocida en el jet set europeo como Lita Trujillo.
Lita Milán, una actriz húngara-norteamericana de segunda categoría que el primogénito del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina conoció en New York en la postrimería de la década del 50, ya devoró todos los millones heredados de su marido Ramfis Trujillo, fallecido el 28 de diciembre de 1969 en Madrid cuando el Ferrari que conducía se estrelló contra un Jaguar piloteado por Teresa Bertrán de Lis Pidal, duquesa de Alburquerque. Según publicó el diario londinense Daily Express, el mismo día del entierro de Ramfis en el cementerio madrileño La Almudena, la fortuna de éste andaba por los 300 millones de libras esterlinas, un poco más de 500 millones de dólares.
A los seis hijos procreados por Ramfis con su primera esposa Octavia Ricart, la Milán, les dio una migaja insignificante comparada con el monto del dinero heredado. A los dos hijos de ella con Ramfis, menores de edad entonces, le asignó propiedades físicas (casas, fincas, negocios, etc.) a cambio de ella quedarse con el dinero efectivo.
Durante casi cinco décadas Lita Milán disfrutó de una esplendorosa vida entre Madrid, Marbella, Costa del Sol y otros países europeos, muchas veces en compañía del torero Jaime Ostos, a quien estuvo ligada sentimentalmente varios años. Tuvo a sus pies y manos una numerosa servidumbre compuesta por choferes, asesores, abogados, secretarios, así como un abultado servicio doméstico para mantener la amplia mansión comprada por su esposo a inicio de los años 60 en un lujoso residencial del sector La Moraleja, en Madrid. Los muebles, las pinturas, el decorado y los accesorios de su residencia, más los carros Rolls-Royce y de otras marcas exclusivas estacionados en dicha mansión, la convirtieron en una de las mujeres más pudientes y admiradas por la alta sociedad española de la última treintena del siglo XX.
Pero ahora, aparte de la crisis económica que la azota y de las deudas millonarias que jamás podrá saldar, sus hijos Ranses y Ricky, propietarios legales de la mansión de La Moraleja, posiblemente afectados por un malestar económico similar al de ella, la han vendido. Y para no dejarla totalmente en la calle la mudaron a un pequeño apartamento en un barrio de mala muerte del municipio madrileño Leganés, situado a unos once kilómetros de Puerta del Sol.
Ahora, sin el glamour ni la bonanza que hicieron de ella durante medio siglo un personaje célebre de la bohemia española, sin las joyas finas y costosas que exhibía diariamente, y sin un chofer que la recoja frente al palacete recién vendido, sin la media docena de perros de raza que la entretenían, a su nueva morada acuden algunos de los pocos amigos que les quedan a consolarla, pues Lita no deja de quejarse de que sus hijos la han condenado a muerte al sacarla del espacio que habitó por tanto tiempo.
Quienes la han visto desplazarse por las calles de Leganés recientemente afirman que anda meditativa y cabizbaja como buscando en su memoria los huecos que se tragaron el manantial de su felicidad económica. Pero es difícil que encuentre una repuesta satisfactoria, porque en los millones que ella derrochó sin miramiento alguno no invirtió ni siquiera un minuto de trabajo ni puso una sola gota de sacrificio.
Al contrario, como mujer habilidosa y de ingenio plural, Lita Milán sabe que ella sola, con la insensatez que el agua tibia diluye la sal marina, malgastó una fortuna que millares de dominicanos sudó minuto a minuto y lágrima a lágrima bajo el azote despiadado de una tiranía horripilante de la que su benefactor esposo fue un protagonista estelar.
El descalabro económico de Lita Milán parece marcar el agotamiento de la fortuna de Ramfis. Hasta donde se sabe, los siete hijos que le sobreviven al otrora Jefe del Estado Mayor General Conjunto de Aire, Mar y Tierra, y niño mimado del dictador más cruel de América Latina, tienen poco que ostentar dado que su estilo de vida no ha distado mucho del de la Milán, y su herencia también voló hace un buen tiempo.
Aparentemente lo que queda del desfalco económico de los Trujillo al pueblo dominicano está en manos de dos mujeres: María de los Angeles Trujillo (Angelita), hija del tirano, y Alma McLauchlin, viuda de Héctor Bienvenido Trujillo (Negro), ambas residentes en Miami.
No me preocupa mínimamente el drama y el desplome económico de Lita Milán, mucho menos que ella esté físicamente hecha una cáscara. Tengo la sensación de que muchos piensan igual que yo. Pero, aun así, le tengo una propuesta consoladora: como ya no tiene dinero para visitar clubes sociales de ninguna categoría, y tal vez le sirva de terapia invertir el tiempo en algo útil, puedo obsequiarle, para que la lea en cualquier rincón de su apartamento en Leganés, la novela que llevó a Margaret Mitchell a la fama: “Lo que el viento se llevó”.
fuente: almomento.net
Por FRANKLIN GUTIERREZ
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